Delirium Trémens III.

Capítulo III. Aquellos seres verdes.

Camina dando tumbos por la habitación. Buscando algo que hacer, una distracción para no pensar en el infierno que está atravesando. De repetente es como si el sol se escondiese, la oscuridad lo engulle todo. Entrecierra los ojos, tratando de acostumbrarse a la negrura en la que se había sumido su apartamento.
Fue entonces cuando por uno de los ventanales comenzó a entrar una luz amarillenta, las motas de polvo parecían bailar una coreografía mal ensallada sobre unos focos de color casi vomitivo, o al menos eso le parecía a George. Se aproximó lentamente a la ventana, pero más allá del cristal no había nada. Era como si los edificios que antes amurallaban sus vistas se hubiesen evaporado en la negrura.
Se oyó la puerta, y dubitativo se aproximó a ella.
-¿Quién es? - Dijo, aturdido y con dificultades. Tragar saliva se había  convertido en, casi, una hazaña para él.
Nadie respondió al otro lado, giró el pomo y un nuevo hachazo de luz amarillenta lo hizo retroceder. Dos entes de color verdoso, entraron en el piso. Caminaban a la vez, como una especie de robots. Movimientos mecánicos, sin expresión. No tenían rostro más allá de una ligera abertura en la parte alta de la cabeza. Sus miembros eran largos, iguales tanto en la parte superior como inferior, todo en ellos era del mismo color verdoso desgastado, como si estuviese sucio. Recordaba haber visto ese color en alguna otra parte. Estaba casi seguro que compartían el tono con las paredes de la sala de interrogatorio de la comisaria. Aunque eso no debería ser su preocupación, no podía sacarselo de la cabeza.
Los dos seres caminaban por el piso. Uno de ellos se giró bruscamente y el otro lo imitó. Comenzaron a aproximarse a George, demasiado aturdido como para reaccionar. Uno de ellos, que parecía un poco más grande lo agarró por el cuello con fuerza y apretó. No intentó defenderse, notaba como el oxígeno empezaba a faltarle y le daba igual. Estaba a punto de morir a manos de algo inexpicable, y solo podía pensar en las paredes de la sala de interrogatorios, en lo feo que era ese color y lo mucho que lo repugnaba.
El otro ente habló, y curiosamente su voz era muy similar a la de Dave.
- Te rindes sin luchar, normal que a tu hijo le pasase lo que le pasó.
Fue entonces cuando una ola de fuerza, y energía azotó a George que se zafó rápidamente y agarró al ser más alejado.
-¿Qué quieres decir? ¿Qué sabes de mi hijo Cam? ¡Tú lo tienes! ¿Qué le has hecho? - Gritaba mientras zarandeaba ese algo que poco a poco fue perdiendo nitidez, que se convirtió en un espectro translúcido en sus manos, que se desvaneció sin responder a sus preguntas.
Hecho un ovillo en el suelo, sollozaba, esperando algo que no llegaría jamás. Volvió a oír la puerta, pero esta vez no se molestó ni en girarse. El repiqueteo de unos racones lo extrañó y despertó su curiosidad, aún así, no levantó la cabeza.
Sintió como alguien se agachaba junto a él, y le acariciaba el rostro. Los preciosos ojos de Cara lo escrutaban, ella seguía moviendo el dedo índice haciendo pequeños círculos en su mejilla. 
-¿Cara, qué haces aquí? - Hizo una pausa recordando la alucinación de hacía como un día y la repasó de arriba abajo. Vaqueros ceñidos, camisa blanca abotonada hasta arriba, y americana azul marina. Esa si que era la indumentaria que solía llevar ella. - ¿Eres real? - Preguntó.
- Estaba preocupada por ti... - Dice y se muerde el labio. Dulce, sensual. Así era ella. - Claro que soy real. ¿Qué clase de pregunta es esa? - Sonríe.
George se incorpora como puede, ayudado por las suaves manos de la chica. Sus miradas se cruzan y se dicen más de lo que las palabras son capaces. Ella se sube a horcajadas sobre él que se deja hacer. Se besan. Juegan con sus lenguas. Él se levanta con ella embrazos. Se arrastran hasta la cama. Se quitan la ropa con frenesí, olvidando todo lo demás. Dejándose en manos del instinto. Se besaban. Se acariciaban. Se convirtieron en uno. Y agotados después de tal despliegue de pasión, cayeron en un profundo sueño el uno recostado sobre el otro.
El teléfono de George no dejó de sonar... No lo cogió. Quizá sea mejor así, si lo hubiese hecho habría descubierto que Cara sufrió una accidente de coche la noche anterior, un trailer habia arrollado su hermoso Toyota Yaris de color burdeos... Había quedado hecho chatarra y ella no había sobrevivido. 



4 comentarios:

  1. Es increíble donde puede llegar la imaginación cuando no estamos bien emocionalmente.
    Un besito.

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  2. madre mía... tu eres una artista con las palabras, las coges y creas maravillas con tus personajes. Me parece muy tierno, pero a la vez sensual y acogedor. Poca gente sabe crear relatos así!

    ibeatforlove.blogspot.com

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  3. ohhhhh!!!!!!! entonces hizo el amor con su fantasma? jejjeje que fuerte! bacana la historia! :) me mola! un abrazote!!!

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  4. Un final de capítulo increíble. Siempre digo lo mismo, pero es que adoro la magia que creas con tus palabras y nunca me canso de leerte.
    Un besazo

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